Cuatro enemigos de los hijos de Dios
Recuerdo que una mañana en cuanto abrí mis ojos, Dios
me dijo, hay cuatro enemigos para todo hijo de Dios;
1.
la queja;
2.
la murmuración;
3.
la justificación; y
4. la
conmiseración.
Advierte a mis hijos sobre el
significado que esto tiene delante de mi presencia, de inmediato corrí a mi
escritorio a escribir lo que Él quería revelarme. Cuando empecé a preparar el
estudio que debía de llevar a mi próxima reunión, yo mismo fui tan edificado,
ya que pude ver con toda claridad que este comportamiento fue parte de lo que
llevó al pueblo de Israel, a vagar y morir en el desierto y que de igual
manera, hoy la Iglesia está perdiéndose de tantas bendiciones a raíz de los
mismos enemigos de nuestra alma, y no solo eso, sino que a causa de esas áreas
en sus vidas, viven en derrota.
A continuación voy a relatarte el significado, a la
luz de la Biblia, de estas cuatro palabras: La Queja, La Murmuración, La
Justificación y La Conmiseración.
1º.- La Queja
Significa; Obstinación, Quejarse permanentemente,
Detenerse, Orar inaudiblemente, es decir, que las oraciones de una persona
quejosa no se escuchan en el cielo, y hacen que se detenga en el camino.
Cuando
María y Aarón se quejaron de su hermano Moisés, Números 12, quien estaba
escuchando lo que ellos hablaban en secreto fue el mismo Señor de los cielos, y
a María, no solo le brotó lepra a causa de haber murmurado de su hermano, sino
que el pueblo se detuvo por siete días, esperando su recuperación de la misma
manera; cuando nosotros vivimos en nuestros hogares, quejándonos de todo y de
nada, el ambiente entre la familia no puede ser de victoria, no puede ser de
avance, sino más bien de estancamiento.
Numeros
11:1 dice: Aconteció que el pueblo se quejó a oídos del Señor; y lo
oyó Dios, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Dios, y consumió uno
de los extremos del campamento.
¿Sabes lo que puede causar en una vida el fuego de la ira de Dios? puede,
Quemarla, secarla, destruirla, de tal manera que se vuelve árida, desierta,
vidas que no tienen nada que dar, es decir estériles y lógicamente sin fruto.
¿Quien quiere estar cerca de una persona que continuamente están quejándose?
Ni siquiera DIOS, pues la queja hace que se cierren sus oídos.
Recuerdo a una mujer de la comunidad a la que yo asistía hace algunos años
atrás, que continuamente estaba lamentándose de sus limitaciones económicas,
siempre estaba contándole a todo el mundo que lo que su marido ganaba, era muy
poco, y por lo tanto no alcanzaba a pagar el colegio de sus tres hijos, que no
alcanzaba para hacer el supermercado, que ella no tenia zapatos, en fin, iba
por ahí quejándose de su condición económica.
Durante diez años la escuché con la misma historia, y no era que la iglesia o
los hermanos en Cristo no le ayudaran, el caso era que esta triste mujer
siempre estaba inconforme con lo que tenía, pues en su corazón no se evidenciaba
la gratitud para Dios.
Ana en su cántico en
1
Samuel 2:7 declara que Dios empobrece, y el enriquece, Abate, y
enaltece, el mata y da vida.
Es urgente reconocer que nuestro problema no es con las personas o con las
circunstancias, nuestro asunto es con Dios, jamás con los que nos rodean, el
Salmos
75:6-7 dice: porque ni de oriente ni de occidente, Ni del desierto
viene el enaltecimiento. Más Dios es el juez; A este humilla, y a aquel
enaltece.
Entonces, ¿yo no puedo, ni debo quejarme?
Claro que sí, podemos hacerlo, pero el punto es adonde y con quién lo estamos
haciendo, de que me sirve a mi hacerlo con mi esposo, o con una amiga, si ellos
no pueden hacer nada por mi, probablemente me darán una palabra de aliento,
pero jamás podrán darme la solución a mi problema.
Dios nos dio la autorización de que le clamáramos por ayuda, que presentáramos
todas nuestras cargas, los afanes, con acción de ruego y súplica, es decir
venir a su santuario con actitud de humildad, sin hipocresías.
El rey David, nos ha dejado una lista ejemplar de cómo eran sus oraciones y
recordemos que eran oraciones inspiradas por el Espíritu de Dios, son estos
ruegos los que nosotros podemos presentar también delante de nuestro Padre.
Por ejemplo el
Salmos
142:1-2 dice: Con mi voz clamaré a Dios; Con mi voz pediré al Señor
misericordia. Delante de Él expondré mi queja; Delante de Él manifestaré mi
angustia.
Escucha, con cuanta libertad venía el rey David a expresar su dolor delante del
Padre, él no temía expresar su queja, ni su angustia, recordemos que este
hombre constantemente estaba a cuentas con Dios, pues lo conocía y sabia que el
Señor era su Padre, su Ayudador, el rey sabia que podía venir confiadamente al
trono de su gracia, donde no sería criticado ni juzgado, porque venía para
derramar su corazón, delante de aquel que le dio la vida.
El
Salmos
77:3, dice: Me acordaba de Dios, y me conmovía; Me quejaba, y
desmayaba mi espíritu. Declárale tus inquietudes, tus inconformidades. Sin
ningún temor, porque cuando conoces a tu Dios, a tu Señor Jesucristo no
hablarás a sus espaldas, sino que sabrás que puedes entrar a su casa, sin
permiso previo, sin temores y hablarle de frente.
Solo aquellos que le conocen, podrán experimentar el deleite de poder derramar
su corazón, derramar sus lágrimas, sabiendo que su palabra dice en
Mateo
5:4, Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación.
El secreto para hacer cesar toda queja, es no ver lo que no tenemos, sino dar
gracias a Dios por lo que si tenemos y cuando el Señor ve esa gratitud fluyendo
de nuestro corazón, las bendiciones se derraman para darnos a cada uno según
nuestras necesidades. Seamos sabios, hagamos cesar toda queja de nuestra boca y
por lo tanto del corazón.
Se que hoy mismo encontrarás por lo menos diez razones para decir:
Gracias
Señor.
2º.- La Murmuración:
Significa:
Difamador, Difamar, Desacreditar a alguien propagando cosas sobre su buena
fama, poner una cosa en bajo concepto, es decir, que cuando el pueblo murmuraba
contra Dios o Moisés, estaban desacreditando su poder.
Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano juzga
a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley,
no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede
salvar y perder, pero tú, ¿Quién eres para que juzgues a otro?
Santiago
4:11-12
La epístola me enseña que quien murmura de su hermano, de la ley murmura;
preguntémonos, ¿quién hizo la ley? ¿Acaso no es nuestro Padre Celestial el que
nos la ha dado? Por lo tanto, a quien juzgamos es a nuestro Dios, cuando
murmuramos tomamos el papel de juez que solo le pertenece a Él.
Además cuando yo murmuro, soy un difamador, me convierto en una persona que
denigra, es decir, desacredita la reputación de otro, propagando cosas sobre su
buena o mala fama, un ejemplo de murmuración que siempre me ha impactado, es
oír a madres juzgando a los hijos de otras, como si se les olvidara que sus
hijos también pueden llegar a desviarse en cualquier momento de sus vidas. He
visto con mucho dolor, a una que está “preocupada” por el comportamiento de un
hijo ajeno, cuando lo que debería es preocuparse por los suyos, ya que muchas
veces la última en enterarse de lo que hacen los niños o jóvenes en lo secreto
es ella.
Pablo declara en
Romanos
14:4, ¿tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio
señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para
hacerle estar firme.
Si meditamos en estas citas bíblicas con nuestro corazón, nos será mucho más
fácil entender, que estamos en pecado delante de nuestro Señor Jesucristo, cada
vez que abrimos nuestra boca para murmurar de nuestros hermanos, es decir, de
sus siervos.
Pablo una vez más nos enseña en
1 Corintios
10:10-12: Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y
perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y
están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines
del siglo.
Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. Recuerdas a Coré y sus
seguidores, aquel que se había revelado contra Moisés y Aarón, murmurando en
contra de ellos, instando al pueblo contra Moisés, haciéndoles creer que
también ellos eran dignos de comunicarse con Dios directamente; esto subió a
oídos del Dios de Moisés, y el Señor les dijo que presentaran 12 varas, una de
cada tribu, y las dejaran en el lugar santísimo, diciendo en
Números
17:5: Y florecerá la vara del
varón que yo escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de
Israel con que murmuran contra vosotros. (Cesar: suspender o acabarse una cosa)
Números
16:32-35 dice: Y la tierra
abrió su boca y se los tragó, a ellos y a sus casas y a todos los hombres de
Coré con todos sus bienes. Ellos y todo lo que les pertenecía descendieron
vivos al Seol; y la tierra los cubrió y perecieron de en medio de la asamblea.
Y todos los israelitas que estaban alrededor de ellos huyeron a sus gritos,
pues decían: ¡No sea que la tierra nos trague! Salió también fuego del SEÑOR y
consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.
Debemos de sincerarnos con nosotros mismos, y tener conciencia que cuando
murmuramos, es porque la envidia nos carcome, y nos lleva al siguiente paso que
es denigrar la fama del otro. Aquí leemos en
Números
17:5, que Dios es el que hace florecer o secar nuestras varas, es de
parte de El que viene el levantar o sentarnos, por más que se llene de amargura
mi corazón, no podré mover el brazo de Dios a mi favor; si logramos reconocer
estas verdades, encontraremos la paz y gratitud en nuestro corazón.
Eso no significa que no tendremos tristeza porque quizás en algún momento de
nuestra vida estemos atravesando situaciones difíciles, y vemos las bendiciones
en otras personas más que en nosotros, pero debemos de saber que ningún ser
humano tiene la culpa de eso, el único con quien debemos de entendernos es con
nuestro Señor y Salvador; yo diría, mi asunto es con Yahveh, y no con los
hombres.
No debemos olvidar, que el Señor le ha dicho a su pueblo, que El condenará toda
lengua que se levante en juicio contra sus hijos
Isaías
54:17 , cuidemos nuestras palabras. No solo nosotros somos hijos de
Dios, también nuestros hermanos y Él peleara por cada uno de los suyos.
Nuestro amado Maestro, el Señor Jesucristo dijo en
Mateo
5:7, Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran
misericordia.
Querido amigo, Cuidando tus labios de la murmuración, o sembrado misericordia
para el día de la misericordia…! Tú decides!!!
3º.- La Justificación
En hebreo, termino legal que significa absolver, declarar
justo, demostrar ser justo o recto.
Conocemos por justificación ese acto glorioso en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, a través del cual obtuvimos perdón de pecados, justificándonos así
delante de nuestro Padre Celestial. Pero qué tal si estamos utilizando esa
palabra, justificación, para defendernos a nosotros mismos, es decir,
justificándonos por nuestros propios medios, ante cualquier situación difícil
que se nos está presentando. Pregunto: ¿estás defendiéndote ante alguna
acusación injusta que te hayan hecho o que te estén haciendo…?
Job
9:20, dice: si yo me justificare, me condenaría mi boca; Si me
dijere perfecto, esto me haría inicuo. A mí personalmente me ha sido difícil
entender esto de parte de Dios, ya que cuando alguien ha venido para acusarme o
señalarme algún defecto o área en mi vida, he estado listo para presentar
defensa. Perdiéndome así la oportunidad de ser corregido o enseñado de parte de
Dios.
Aunque no todas las personas que vienen a nuestra vida, para hacernos alguna
corrección, tienen una buena intención, pero ese no es nuestro problema. Porque
debemos de saber que todo, absolutamente todo, es permitido por nuestro Padre
Celestial.
Por ejemplo, mi esposa, mis padres, mis hijos y mis nietos, por los cuales le
doy tantas gracias a Dios, han sido instrumentos de parte del cielo,
instrumentos que han venido muchas veces a declararme la verdad. Esa verdad que
nosotros mismos no podemos ver; pues Jesús nos enseñó que es más fácil ver la
paja en el ojo ajeno, que la viga en nuestro propio ojo; pero yo alabo y
bendigo a mi Rey por esas confrontaciones, aunque al principio de mi caminar en
Cristo, me era muy, pero muy doloroso, se que ahora ha producido fruto.
Se necesita tener valentía para escuchar sugerencias, observaciones o aun
acusaciones. Es de valientes poder callar y aprender, pero es de cobardes el
cerrar los oídos a la verdad que otros nos declaran.
Proverbios
1:5 dice: oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido
adquirirá consejo. No es posible, que cuando dos o tres o hasta cuatro miembros
de la familia se quejan de ti, puedas seguir argumentando que los demás son el
problema. Un día el Señor me mostró que no era solo mi esposa la que se quejaba
de mi actitud, sino, mis hijos; ya confrontado por el Espíritu de Dios, pude
tomar una decisión y empezar a clamar, no a orar, sino a clamarle a Jesucristo
mi Señor y Salvador, confesándole mis temores e inseguridades, a confesarle
todo aquello que me llevaba a levantar esos muros para defenderme y es así como
día a día, a través de la presencia de Dios en mi vida, he ido comprendiendo
que lo que hablo tiene que estar acorde con mi caminar como hijo de Dios y lo
más importante para mi vida hoy, es saber que este es el método que el Señor ha
usado para conducirme en el camino de la sabiduría, ya que es de sabios y
valientes callar y aprender.
Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano. Salmos
143:2 Jesucristo… nuestro ejemplo perfecto, del cual 700 años antes
de su venida a la tierra, el profeta Isaías había anunciado la actitud que Él
tendría ante sus acusadores. Angustiado Él, y afligido, no abrió su boca; como
cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció y no abrió su boca. Isaías
54:7
Amigo(a), solo se, que si yo trato de defenderme por mis propios medios,
sufriré mucho más de lo necesario, pero sobre todo, no aprenderé a reconocer
que necesito ser transformado, para así poder llevar fruto para la Gloria de
Dios.
Todo hijo que decide estar a la defensiva, justificándose delante de las
personas o delante de Dios, jamás avanzará, será como un hijo deforme,
malcriado y maleducado. Imitemos a Jesús, el cordero de Dios que no abrió su
boca para defenderse por Él mismo, sino que fue llevado al matadero en un
silencio total, esperando la defensa de aquel que lo había prometido.
Él calló, para que se cumplieran las promesa del Padre sobre su vida, el rey
David dijo en el Salmos
3:3: Mas tú Señor, eres escudo alrededor de mi. Mi gloria, y el que
levanta mi cabeza. Te justificas tú, o dejas que tu Señor te justifique. ¡Tú
decides…!
4º.- La Conmiseración
Auto
conmiseración (compasión de si mismo)
Todo lo que se opone al amor es pecado. En realidad, es el más grande de todos,
por cuanto el amor es la más grande realización de la redención de Jesús.
La auto conmiseración es uno de los pecados contra el amor. El tener compasión
con otros es uno de los atributos del amor. Pero cuando nos compadecemos de
nosotros mismos, nos amamos solamente a nosotros y dejamos de amar a otros. En
este caso, nuestro amor se ha descarriado, tiene un falso objeto. Aunque
nuestro amor debería realmente pertenecer a nuestros prójimos, se lo retiramos
y nos hacemos culpables de retenérselo. La auto conmiseración pertenece a las
"enfermedades del ego". Consentimos nuestro ego, en el cual se afirma
este pecado; sin embargo, este tendrá que morir, si el nuevo hombre ha de
surgir.
Esto es especialmente evidente durante los períodos en que Dios nos disciplina
y nos juzga. Cuando esto sucede frecuentemente nos compadecemos de nosotros
mismos. Es peligrosa esta actitud por el hecho de que no la reconocemos como
pecado, ni comprendemos que la auto conmiseración fortalece el "viejo
hombre". Tal actitud nos coloca en las manos del enemigo y nos priva de la
posibilidad de vencer en nuestra lucha contra el pecado.
La raíz de la auto conmiseración es la renuncia a admitir que somos pecadores,
que necesitamos ser disciplinados. Si reconociéramos nuestros pecados y
errores, estaríamos agradecidos cuando Dios comienza a atacarlos, cuando nos
juzga y nos disciplina, aunque eso pueda dolernos. En vez de compadecernos de
nosotros mismos y de quejarnos, reconoceríamos que lo que hemos sufrido en el
sentido disciplinario es realmente muy poco. Los que se compadecen de sí mismos
no tienen la correcta actitud hacia el pecado. Aunque no comprenden por qué, no
pueden admitirlo. Cuando se meten en la dificultad, acusan a Dios en vez de
acusarse a sí mismos y de ese modo levantan una barrera contra Él. Asimismo,
demandan que caiga sobre ellos la ira divina y pierden su gloria celestial. Los
que se compadecen de sí mismos no actúan conforme a las palabras de la
Escritura: "Procuren... la santidad, pues sin la santidad nadie podrá ver
al Señor" Hechos
12:14.
Estos individuos no están consumidos por el deseo de lograr la santidad y ver a
Jesús. En vez de ello, están fascinados por su propio ego. Cuando están siendo
disciplinados y juzgados por Dios, se quejan de que las cosas no les están
saliendo bien. Eso los hace incapaces de comprender que la disciplina es la que
los ayuda a participar "de su santidad"
Hechos
12:10. Tampoco pueden ver que cuando se quejan y se compadecen de sí
mismos, Satanás está detrás de ellos, riéndose despectivamente. Por el momento,
él ha logrado su meta; ellos han caído presas de un ídolo: su propio ego.
Satanás sabe que la auto conmiseración fortalece los demás pecados y, por
tanto, ese es un triunfo para él.
Sí, por causa de la auto conmiseración reaccionamos en forma opuesta a la que
se nos indica en la Sagrada Escritura. Debemos juzgarnos a nosotros mismos. Eso
significa que nos corresponde hacerlo en forma especialmente severa cuando Dios
nos juzga y nos impone disciplina. El apóstol Pablo escribe: "Si nos
examináramos bien a nosotros mismos, el Señor no tendría que castigarnos,
aunque si el Señor nos castiga es para que aprendamos y no seamos condenados
con los que son del mundo"
1
Corintios 11:31-32.
Las Sagradas Escrituras nos desafían a tomar una posición contra el "viejo
hombre", a condenarlo con su pecado para que Dios no tenga que hacer esto
algún día. "¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios viviente!"
Hechos
10:31, porque Dios, el Juez, es Fuego consumidor. Esa es la razón
por la cual nuestra meta tiene que ser siempre la de permitir que seamos
juzgados por causa de nuestros pecados como la auto conmiseración. Tenemos que
condenarnos para que el juicio de Dios no caiga sobre nosotros en la eternidad.
Tenemos que renunciar a la auto conmiseración definitivamente. No podemos darle
lugar en nuestro corazón porque ella nutre otros pecados. En el mismo momento
en que nos llegue un pensamiento de auto conmiseración, tenemos que invocar la
sangre del Cordero y decir:
No quiero tener nada más que ver con la auto conmiseración; soy pecador y
necesito este juicio, esta disciplina. Estoy recibiendo un castigo clemente por
lo que mis obras realmente merecerían. Por amor a Tu redención, Jesús, no
permitiré que te alejes de mí hasta que hayas cambiado mi espíritu de auto
conmiseración por uno de compasión hacia otros. Quiero condenar de nuevo la
compasión que siento por mí mismo, para que no tengas que juzgarme algún día
por ese pecado.
Entonces Jesús tendrá compasión de nosotros, terminará Su obra en nuestra
educación y nos sacará de Su escuela otra vez a su debido tiempo. Cuando
tomamos medidas contra la auto conmiseración sin evadirnos, Dios el Padre se
compadecerá de nosotros y nos tratará con amor como a Su propio Hijo.
La auto conmiseración y el presentar excusas son el abono que alimenta nuestro
pecado. El que quiere ser libre del pecado tiene que arrancarlo de este abono,
no importa cuán alto sea el precio.