jueves, 21 de noviembre de 2013

Cuatro enemigos de los hijos de Dios


Cuatro enemigos de los hijos de Dios


Recuerdo que una mañana en cuanto abrí mis ojos, Dios me dijo, hay cuatro enemigos para todo hijo de Dios;
1.      la queja;
2.     la murmuración;
3.     la justificación; y
4.      la conmiseración.

Advierte a mis hijos sobre el significado que esto tiene delante de mi presencia, de inmediato corrí a mi escritorio a escribir lo que Él quería revelarme. Cuando empecé a preparar el estudio que debía de llevar a mi próxima reunión, yo mismo fui tan edificado, ya que pude ver con toda claridad que este comportamiento fue parte de lo que llevó al pueblo de Israel, a vagar y morir en el desierto y que de igual manera, hoy la Iglesia está perdiéndose de tantas bendiciones a raíz de los mismos enemigos de nuestra alma, y no solo eso, sino que a causa de esas áreas en sus vidas, viven en derrota.

A continuación voy a relatarte el significado, a la luz de la Biblia, de estas cuatro palabras: La Queja, La Murmuración, La Justificación y La Conmiseración.

1º.- La Queja
Significa; Obstinación, Quejarse permanentemente, Detenerse, Orar inaudiblemente, es decir, que las oraciones de una persona quejosa no se escuchan en el cielo, y hacen que se detenga en el camino. 
Cuando María y Aarón se quejaron de su hermano Moisés, Números 12, quien estaba escuchando lo que ellos hablaban en secreto fue el mismo Señor de los cielos, y a María, no solo le brotó lepra a causa de haber murmurado de su hermano, sino que el pueblo se detuvo por siete días, esperando su recuperación de la misma manera; cuando nosotros vivimos en nuestros hogares, quejándonos de todo y de nada, el ambiente entre la familia no puede ser de victoria, no puede ser de avance, sino más bien de estancamiento.

Numeros 11:1 dice: Aconteció que el pueblo se quejó a oídos del Señor; y lo oyó Dios, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Dios, y consumió uno de los extremos del campamento.

¿Sabes lo que puede causar en una vida el fuego de la ira de Dios? puede, Quemarla, secarla, destruirla, de tal manera que se vuelve árida, desierta, vidas que no tienen nada que dar, es decir estériles y lógicamente sin fruto.

¿Quien quiere estar cerca de una persona que continuamente están quejándose?
Ni siquiera DIOS, pues la queja hace que se cierren sus oídos.

Recuerdo a una mujer de la comunidad a la que yo asistía hace algunos años atrás, que continuamente estaba lamentándose de sus limitaciones económicas, siempre estaba contándole a todo el mundo que lo que su marido ganaba, era muy poco, y por lo tanto no alcanzaba a pagar el colegio de sus tres hijos, que no alcanzaba para hacer el supermercado, que ella no tenia zapatos, en fin, iba por ahí quejándose de su condición económica.

Durante diez años la escuché con la misma historia, y no era que la iglesia o los hermanos en Cristo no le ayudaran, el caso era que esta triste mujer siempre estaba inconforme con lo que tenía, pues en su corazón no se evidenciaba la gratitud para Dios.
Ana en su cántico en 1 Samuel 2:7 declara que Dios empobrece, y el enriquece, Abate, y enaltece, el mata y da vida.
Es urgente reconocer que nuestro problema no es con las personas o con las circunstancias, nuestro asunto es con Dios, jamás con los que nos rodean, el Salmos 75:6-7 dice: porque ni de oriente ni de occidente, Ni del desierto viene el enaltecimiento. Más Dios es el juez; A este humilla, y a aquel enaltece.

Entonces, ¿yo no puedo, ni debo quejarme?

Claro que sí, podemos hacerlo, pero el punto es adonde y con quién lo estamos haciendo, de que me sirve a mi hacerlo con mi esposo, o con una amiga, si ellos no pueden hacer nada por mi, probablemente me darán una palabra de aliento, pero jamás podrán darme la solución a mi problema.

Dios nos dio la autorización de que le clamáramos por ayuda, que presentáramos todas nuestras cargas, los afanes, con acción de ruego y súplica, es decir venir a su santuario con actitud de humildad, sin hipocresías.

El rey David, nos ha dejado una lista ejemplar de cómo eran sus oraciones y recordemos que eran oraciones inspiradas por el Espíritu de Dios, son estos ruegos los que nosotros podemos presentar también delante de nuestro Padre.

Por ejemplo el Salmos 142:1-2 dice: Con mi voz clamaré a Dios; Con mi voz pediré al Señor misericordia. Delante de Él expondré mi queja; Delante de Él manifestaré mi angustia.
Escucha, con cuanta libertad venía el rey David a expresar su dolor delante del Padre, él no temía expresar su queja, ni su angustia, recordemos que este hombre constantemente estaba a cuentas con Dios, pues lo conocía y sabia que el Señor era su Padre, su Ayudador, el rey sabia que podía venir confiadamente al trono de su gracia, donde no sería criticado ni juzgado, porque venía para derramar su corazón, delante de aquel que le dio la vida.

El Salmos 77:3, dice: Me acordaba de Dios, y me conmovía; Me quejaba, y desmayaba mi espíritu. Declárale tus inquietudes, tus inconformidades. Sin ningún temor, porque cuando conoces a tu Dios, a tu Señor Jesucristo no hablarás a sus espaldas, sino que sabrás que puedes entrar a su casa, sin permiso previo, sin temores y hablarle de frente.

Solo aquellos que le conocen, podrán experimentar el deleite de poder derramar su corazón, derramar sus lágrimas, sabiendo que su palabra dice en Mateo 5:4, Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.


El secreto para hacer cesar toda queja, es no ver lo que no tenemos, sino dar gracias a Dios por lo que si tenemos y cuando el Señor ve esa gratitud fluyendo de nuestro corazón, las bendiciones se derraman para darnos a cada uno según nuestras necesidades. Seamos sabios, hagamos cesar toda queja de nuestra boca y por lo tanto del corazón.

Se que hoy mismo encontrarás por lo menos diez razones para decir: Gracias Señor.

2º.- La Murmuración:
Significa: Difamador, Difamar, Desacreditar a alguien propagando cosas sobre su buena fama, poner una cosa en bajo concepto, es decir, que cuando el pueblo murmuraba contra Dios o Moisés, estaban desacreditando su poder.

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder, pero tú, ¿Quién eres para que juzgues a otro? Santiago 4:11-12

La epístola me enseña que quien murmura de su hermano, de la ley murmura; preguntémonos, ¿quién hizo la ley? ¿Acaso no es nuestro Padre Celestial el que nos la ha dado? Por lo tanto, a quien juzgamos es a nuestro Dios, cuando murmuramos tomamos el papel de juez que solo le pertenece a Él.

Además cuando yo murmuro, soy un difamador, me convierto en una persona que denigra, es decir, desacredita la reputación de otro, propagando cosas sobre su buena o mala fama, un ejemplo de murmuración que siempre me ha impactado, es oír a madres juzgando a los hijos de otras, como si se les olvidara que sus hijos también pueden llegar a desviarse en cualquier momento de sus vidas. He visto con mucho dolor, a una que está “preocupada” por el comportamiento de un hijo ajeno, cuando lo que debería es preocuparse por los suyos, ya que muchas veces la última en enterarse de lo que hacen los niños o jóvenes en lo secreto es ella.

Pablo declara en Romanos 14:4, ¿tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.

Si meditamos en estas citas bíblicas con nuestro corazón, nos será mucho más fácil entender, que estamos en pecado delante de nuestro Señor Jesucristo, cada vez que abrimos nuestra boca para murmurar de nuestros hermanos, es decir, de sus siervos.

Pablo una vez más nos enseña en 1 Corintios 10:10-12: Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines del siglo.

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. Recuerdas a Coré y sus seguidores, aquel que se había revelado contra Moisés y Aarón, murmurando en contra de ellos, instando al pueblo contra Moisés, haciéndoles creer que también ellos eran dignos de comunicarse con Dios directamente; esto subió a oídos del Dios de Moisés, y el Señor les dijo que presentaran 12 varas, una de cada tribu, y las dejaran en el lugar santísimo, diciendo en Números 17:5:  Y florecerá la vara del varón que yo escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra vosotros. (Cesar: suspender o acabarse una cosa)

Números 16:32-35  dice: Y la tierra abrió su boca y se los tragó, a ellos y a sus casas y a todos los hombres de Coré con todos sus bienes. Ellos y todo lo que les pertenecía descendieron vivos al Seol; y la tierra los cubrió y perecieron de en medio de la asamblea. Y todos los israelitas que estaban alrededor de ellos huyeron a sus gritos, pues decían: ¡No sea que la tierra nos trague! Salió también fuego del SEÑOR y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.

Debemos de sincerarnos con nosotros mismos, y tener conciencia que cuando murmuramos, es porque la envidia nos carcome, y nos lleva al siguiente paso que es denigrar la fama del otro. Aquí leemos en Números 17:5, que Dios es el que hace florecer o secar nuestras varas, es de parte de El que viene el levantar o sentarnos, por más que se llene de amargura mi corazón, no podré mover el brazo de Dios a mi favor; si logramos reconocer estas verdades, encontraremos la paz y gratitud en nuestro corazón.

Eso no significa que no tendremos tristeza porque quizás en algún momento de nuestra vida estemos atravesando situaciones difíciles, y vemos las bendiciones en otras personas más que en nosotros, pero debemos de saber que ningún ser humano tiene la culpa de eso, el único con quien debemos de entendernos es con nuestro Señor y Salvador; yo diría, mi asunto es con Yahveh, y no con los hombres.

No debemos olvidar, que el Señor le ha dicho a su pueblo, que El condenará toda lengua que se levante en juicio contra sus hijos Isaías 54:17 , cuidemos nuestras palabras. No solo nosotros somos hijos de Dios, también nuestros hermanos y Él peleara por cada uno de los suyos.

Nuestro amado Maestro, el Señor Jesucristo dijo en Mateo 5:7, Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia.

Querido amigo, Cuidando tus labios de la murmuración, o sembrado misericordia para el día de la misericordia…! Tú decides!!!


3º.- La Justificación
En hebreo,  termino legal que significa absolver, declarar justo, demostrar ser justo o recto.

Conocemos por justificación ese acto glorioso en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, a través del cual obtuvimos perdón de pecados, justificándonos así delante de nuestro Padre Celestial. Pero qué tal si estamos utilizando esa palabra, justificación, para defendernos a nosotros mismos, es decir, justificándonos por nuestros propios medios, ante cualquier situación difícil que se nos está presentando. Pregunto: ¿estás defendiéndote ante alguna acusación injusta que te hayan hecho o que te estén haciendo…?

Job 9:20, dice: si yo me justificare, me condenaría mi boca; Si me dijere perfecto, esto me haría inicuo. A mí personalmente me ha sido difícil entender esto de parte de Dios, ya que cuando alguien ha venido para acusarme o señalarme algún defecto o área en mi vida, he estado listo para presentar defensa. Perdiéndome así la oportunidad de ser corregido o enseñado de parte de Dios.

Aunque no todas las personas que vienen a nuestra vida, para hacernos alguna corrección, tienen una buena intención, pero ese no es nuestro problema. Porque debemos de saber que todo, absolutamente todo, es permitido por nuestro Padre Celestial.

Por ejemplo, mi esposa, mis padres, mis hijos y mis nietos, por los cuales le doy tantas gracias a Dios, han sido instrumentos de parte del cielo, instrumentos que han venido muchas veces a declararme la verdad. Esa verdad que nosotros mismos no podemos ver; pues Jesús nos enseñó que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que la viga en nuestro propio ojo; pero yo alabo y bendigo a mi Rey por esas confrontaciones, aunque al principio de mi caminar en Cristo, me era muy, pero muy doloroso, se que ahora ha producido fruto.

Se necesita tener valentía para escuchar sugerencias, observaciones o aun acusaciones. Es de valientes poder callar y aprender, pero es de cobardes el cerrar los oídos a la verdad que otros nos declaran.

Proverbios 1:5 dice: oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo. No es posible, que cuando dos o tres o hasta cuatro miembros de la familia se quejan de ti, puedas seguir argumentando que los demás son el problema. Un día el Señor me mostró que no era solo mi esposa la que se quejaba de mi actitud, sino, mis hijos; ya confrontado por el Espíritu de Dios, pude tomar una decisión y empezar a clamar, no a orar, sino a clamarle a Jesucristo mi Señor y Salvador, confesándole mis temores e inseguridades, a confesarle todo aquello que me llevaba a levantar esos muros para defenderme y es así como día a día, a través de la presencia de Dios en mi vida, he ido comprendiendo que lo que hablo tiene que estar acorde con mi caminar como hijo de Dios y lo más importante para mi vida hoy, es saber que este es el método que el Señor ha usado para conducirme en el camino de la sabiduría, ya que es de sabios y valientes callar y aprender.

Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano. Salmos 143:2 Jesucristo… nuestro ejemplo perfecto, del cual 700 años antes de su venida a la tierra, el profeta Isaías había anunciado la actitud que Él tendría ante sus acusadores. Angustiado Él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca. Isaías 54:7

Amigo(a), solo se, que si yo trato de defenderme por mis propios medios, sufriré mucho más de lo necesario, pero sobre todo, no aprenderé a reconocer que necesito ser transformado, para así poder llevar fruto para la Gloria de Dios.

Todo hijo que decide estar a la defensiva, justificándose delante de las personas o delante de Dios, jamás avanzará, será como un hijo deforme, malcriado y maleducado. Imitemos a Jesús, el cordero de Dios que no abrió su boca para defenderse por Él mismo, sino que fue llevado al matadero en un silencio total, esperando la defensa de aquel que lo había prometido.

Él calló, para que se cumplieran las promesa del Padre sobre su vida, el rey David dijo en el Salmos 3:3: Mas tú Señor, eres escudo alrededor de mi. Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Te justificas tú, o dejas que tu Señor te justifique. ¡Tú decides…!

4º.- La Conmiseración
Auto conmiseración (compasión de si mismo)

Todo lo que se opone al amor es pecado. En realidad, es el más grande de todos, por cuanto el amor es la más grande realización de la redención de Jesús.

La auto conmiseración es uno de los pecados contra el amor. El tener compasión con otros es uno de los atributos del amor. Pero cuando nos compadecemos de nosotros mismos, nos amamos solamente a nosotros y dejamos de amar a otros. En este caso, nuestro amor se ha descarriado, tiene un falso objeto. Aunque nuestro amor debería realmente pertenecer a nuestros prójimos, se lo retiramos y nos hacemos culpables de retenérselo. La auto conmiseración pertenece a las "enfermedades del ego". Consentimos nuestro ego, en el cual se afirma este pecado; sin embargo, este tendrá que morir, si el nuevo hombre ha de surgir. 

Esto es especialmente evidente durante los períodos en que Dios nos disciplina y nos juzga. Cuando esto sucede frecuentemente nos compadecemos de nosotros mismos. Es peligrosa esta actitud por el hecho de que no la reconocemos como pecado, ni comprendemos que la auto conmiseración fortalece el "viejo hombre". Tal actitud nos coloca en las manos del enemigo y nos priva de la posibilidad de vencer en nuestra lucha contra el pecado.

La raíz de la auto conmiseración es la renuncia a admitir que somos pecadores, que necesitamos ser disciplinados. Si reconociéramos nuestros pecados y errores, estaríamos agradecidos cuando Dios comienza a atacarlos, cuando nos juzga y nos disciplina, aunque eso pueda dolernos. En vez de compadecernos de nosotros mismos y de quejarnos, reconoceríamos que lo que hemos sufrido en el sentido disciplinario es realmente muy poco. Los que se compadecen de sí mismos no tienen la correcta actitud hacia el pecado. Aunque no comprenden por qué, no pueden admitirlo. Cuando se meten en la dificultad, acusan a Dios en vez de acusarse a sí mismos y de ese modo levantan una barrera contra Él. Asimismo, demandan que caiga sobre ellos la ira divina y pierden su gloria celestial. Los que se compadecen de sí mismos no actúan conforme a las palabras de la Escritura: "Procuren... la santidad, pues sin la santidad nadie podrá ver al Señor" Hechos 12:14.

Estos individuos no están consumidos por el deseo de lograr la santidad y ver a Jesús. En vez de ello, están fascinados por su propio ego. Cuando están siendo disciplinados y juzgados por Dios, se quejan de que las cosas no les están saliendo bien. Eso los hace incapaces de comprender que la disciplina es la que los ayuda a participar "de su santidad" Hechos 12:10. Tampoco pueden ver que cuando se quejan y se compadecen de sí mismos, Satanás está detrás de ellos, riéndose despectivamente. Por el momento, él ha logrado su meta; ellos han caído presas de un ídolo: su propio ego. Satanás sabe que la auto conmiseración fortalece los demás pecados y, por tanto, ese es un triunfo para él.

Sí, por causa de la auto conmiseración reaccionamos en forma opuesta a la que se nos indica en la Sagrada Escritura. Debemos juzgarnos a nosotros mismos. Eso significa que nos corresponde hacerlo en forma especialmente severa cuando Dios nos juzga y nos impone disciplina. El apóstol Pablo escribe: "Si nos examináramos bien a nosotros mismos, el Señor no tendría que castigarnos, aunque si el Señor nos castiga es para que aprendamos y no seamos condenados con los que son del mundo" 1 Corintios 11:31-32.

Las Sagradas Escrituras nos desafían a tomar una posición contra el "viejo hombre", a condenarlo con su pecado para que Dios no tenga que hacer esto algún día. "¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios viviente!" Hechos 10:31, porque Dios, el Juez, es Fuego consumidor. Esa es la razón por la cual nuestra meta tiene que ser siempre la de permitir que seamos juzgados por causa de nuestros pecados como la auto conmiseración. Tenemos que condenarnos para que el juicio de Dios no caiga sobre nosotros en la eternidad.

Tenemos que renunciar a la auto conmiseración definitivamente. No podemos darle lugar en nuestro corazón porque ella nutre otros pecados. En el mismo momento en que nos llegue un pensamiento de auto conmiseración, tenemos que invocar la sangre del Cordero y decir:

No quiero tener nada más que ver con la auto conmiseración; soy pecador y necesito este juicio, esta disciplina. Estoy recibiendo un castigo clemente por lo que mis obras realmente merecerían. Por amor a Tu redención, Jesús, no permitiré que te alejes de mí hasta que hayas cambiado mi espíritu de auto conmiseración por uno de compasión hacia otros. Quiero condenar de nuevo la compasión que siento por mí mismo, para que no tengas que juzgarme algún día por ese pecado.

Entonces Jesús tendrá compasión de nosotros, terminará Su obra en nuestra educación y nos sacará de Su escuela otra vez a su debido tiempo. Cuando tomamos medidas contra la auto conmiseración sin evadirnos, Dios el Padre se compadecerá de nosotros y nos tratará con amor como a Su propio Hijo.

La auto conmiseración y el presentar excusas son el abono que alimenta nuestro pecado. El que quiere ser libre del pecado tiene que arrancarlo de este abono, no importa cuán alto sea el precio.


2 comentarios:

  1. Estimado señor Arias, le sugereria que no tome solo el estudio de acuerdo a su interes, sino tambien publique el nombre del autor...creo que es lo correcto, gracias.

    Elsa de Moran
    Semillas de Vida El Salvador

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  2. Estimado señor Arias, le sugereria que no tome solo el estudio de acuerdo a su interes, sino tambien publique el nombre del autor...creo que es lo correcto, gracias.

    Elsa de Moran
    Semillas de Vida El Salvador

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