lunes, 2 de diciembre de 2013

Lo que podemos hacer con nuestras preocupaciones


Lo qué podemos hacer con nuestras preocupaciones

Llegar a ser cristiano no significa que usted tendrá una vida fácil. Los cristianos, al igual que los incrédulos, tienen problemas, cargas y preocupaciones. La Palabra de Dios nos dice lo que debemos hacer con nuestras preocupaciones.

Los cristianos, al igual que los incrédulos, tienen problemas, cargas y preocupaciones
  • “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4).
Este es un mandamiento del Señor. Debemos regocijarnos siempre. El mandamiento no dice que debemos regocijarnos en nuestras circunstancias, sino que debemos regocijarnos en el Señor.
  • “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca” (Filipenses 4:5).
Tenemos abundantes motivos para regocijarnos siempre. ¿Por qué? Por la presencia del Señor. Él vive en nosotros, así que está con nosotros en todo momento.
  • “Por nada estéis afanosos [preocupados], sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
Las preocupaciones nos llegan todos los días — problemas pequeños, problemas medianos, problemas grandes. Nos afanamos y preocupamos y esto nos roba nuestro gozo.
¿Qué debo hacer con mis ansiedades? El Señor me dice que se las dé a Él. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
“Toda vuestra ansiedad” se refiere a las cosas pequeñas además de las grandes—voy a acercarme a Dios en oración y presentarle mis peticiones. La gran importancia de la oración es que le pido a Dios que participe en mi situación.
¿Promete Dios darme todo lo que pido? No, Él no promete eso, pero sí promete algo mejor—“la paz de Dios”. La Biblia dice:
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Cuando me preocupa algo, lo primero que debo preguntarme es: ¿He orado por el problema? Debo orar “por todo”. Debo dejar el asunto en Sus manos, diciendo: “Señor, por favor arregla este asunto de la manera que Te agrade más”.
Le muestro mi amor a Dios y mi confianza absoluta en Su bondad cuando dejo mi situación ante Él y le permito hacer lo que le agrada a Él. No le debo decir qué es lo que tiene que hacer.

Después de orar, ¿ha cambiado la situación? Quizás no. Pero ha sucedido un cambio hermoso en mí. Me he presentado delante de mi Padre con mis preocupaciones y necesidades, y yo he cambiado. Antes de hablar con Él, yo estaba preocupado y afanado, pero no ahora. ¡He cambiado yo, no mis circunstancias! Tengo la paz de Dios en mi corazón.

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